Cada segundo de cada día, nuestro sol escupe una corriente de pequeñas partículas de alta energía, conocidas como el viento solar. Este viento sopla por todo el sistema solar, extendiéndose mucho más allá de las órbitas de los planetas y hacia el espacio interestelar.
Pero cuanto más se aleja el sol del viento, más lentamente fluye, cambiando del torrente furioso que experimentan los planetas internos (lo suficientemente fuertes como para causar la aurora) en nada más que una molesta llovizna. Y lo suficientemente lejos, aproximadamente el doble de la órbita de Neptuno, se encuentra y se mezcla con todos los fragmentos aleatorios de basura energética que flotan entre las estrellas.
Este límite forma una burbuja, donde el viento solar da paso al medio interestelar, y se conoce como la heliosfera.
Si la vida fuera completamente simple y aburrida, la heliosfera sería ... una esfera. El viento solar se ralentizaría en el mismo radio alrededor del sistema, de manera totalmente igual.
Pero la vida no es simple ni aburrida.
Durante mucho tiempo, los investigadores pensaron que la heliosfera podría formar una forma de lágrima similar a un cometa. Nuestro sistema se está moviendo a través de la galaxia, por lo que nuestra heliosfera debería ser un poco más contundente en un lado y un poco larga y cónica en el otro.
Naturalmente, es un poco más complicado que eso.
Los investigadores de todo el mundo han estado utilizando una gran cantidad de datos nuevos del sistema solar exterior para armar el rompecabezas de nuestra heliosfera. Primero tenemos las sondas gemelas Voyager, que actualmente están empujando más allá de la heliosfera y hacia el espacio interestelar. También tenemos New Horizons, que pronto los seguirá al vacío. Y, por último, tenemos la última misión Cassini, que recopiló una gran cantidad de información del sistema externo en sus años orbitando Saturno.
Recientemente, un grupo de investigadores dirigido por Merav Opher en la Universidad de Boston elaboró un modelo de nuestra heliosfera, incorporando todos los datos conocidos.
¿Y el resultado? Un croissant hinchado y de aspecto extraño.
La forma extraña proviene de dos fuentes de partículas de alta energía en el sistema solar exterior. El primero es el viento solar en sí, generado cerca de la superficie del sol y enviado por la explosión. El segundo es una población de partículas neutras que se deslizan y se escabullen en el sistema solar, solo para que uno de sus electrones sea arrancado, convirtiéndolos en su propia versión del viento solar.
Es innecesario decir que la interacción entre estos dos grupos es compleja, y su danza electromagnética entrelaza la sorprendente forma.
Esa forma importa, porque el sol no es la única fuente de partículas de alta energía en el cosmos. Las fuentes de todo el universo arrojan radiación, y el viento solar hace un gran trabajo al desviar una buena fracción, evitando que dañe nuestro frágil ADN. Pero los detalles de la forma pueden decirnos qué tan bien funciona la heliosfera como campo de fuerza, y cómo podría ir la vida alrededor de otros planetas.